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  • Foto del escritorClínica Sampayo

Crónico no es para siempre

Esta entrada es para vosotros. Para aquella persona que ha sido diagnosticada de “dolor crónico”, una patología que conlleva el apellido “crónico” o simplemente lleva mucho tiempo con un dolor. El objetivo es daros información, que podáis entender mejor qué es lo que sucede y cómo podéis hacerle frente a esta situación.


Partimos de la base que no hay mejor experto en dolor que vosotros mismos. Aunque nosotros tengamos muchos conocimientos y horas de estudio, nadie mejor que vosotros mismos sabéis cómo es vuestro dolor y el impacto que genera en vuestras vidas.

A menudo, es poca la información que se tiene sobre el dolor crónico o es poca la información que se da. Queremos que este blog sea un lugar donde podáis acceder a la información que necesitáis.


Para empezar la palabra crónico ya suscita pensamientos negativos. Cuando oímos la palabra crónico, es normal pensar que se va a mantener toda la vida y no hay escapatoria. Por fortuna no es así. Dolor crónico no significa para siempre. Por eso los fisioterapeutas optamos últimamente por cambiarle el nombre a “dolor persistente” que no conlleva la "etiqueta" de que va a ser para toda la vida.


Empecemos por definir el dolor persistente. Es algo que a muchos investigadores y expertos en la materia suscita muchas dudas, debido a que la naturaleza del dolor es difícil de definir.


Atendiendo a la temporalidad el dolor se puede dividir en:

- Agudo: inicio brusco y recuperación rápida.

- Crónico: aquel que perdura durante más de 3-6 meses.


Pero claro, por ejemplo una rotura de un ligamento cruzado de la rodilla lleva un proceso mayor de 3 meses y el paciente tiene dolor durante más de 3 o incluso 6 meses. ¿Es entonces un dolor persistente? La respuesta es no. Hay lesiones que conllevan periodos más largos de recuperación y no son dolores persistentes.


Una manera fácil de diferenciar el dolor agudo del crónico es atendiendo al daño.

- Agudo: el dolor desaparece al recuperarse del daño. El dolor es simplemente un síntoma. Por ejemplo, en una rotura de gemelo, el dolor aparece ante el daño y va bajando conforme la rotura va cicatrizando y se va por completo cuando el daño está reparado.

- Crónico: el dolor va más allá del proceso de curación y persiste aun sin haber daño objetivable. El dolor deja de ser síntoma y pasa a ser una enfermedad en sí mismo.


El dolor persistente es una enfermedad en la que el dolor perdura más allá de la curación de un tejido y que provoca una serie de cambios biológicos, emocionales, cognitivos y conductuales, afectando la calidad de vida de las personas que lo padecen.


Esto nos lleva al siguiente punto. Al oír que el dolor persiste a pesar de no pasar nada en el sitio donde nos duele, nos puede surgir la idea de que el dolor que siento me lo estoy inventando o que mi cerebro lo está creando. ¡Cuidado! Siempre hay un daño. En el dolor persistente ocurren cambios en los tejidos, en los nervios, en la médula espinal y en otros muchos sitios del sistema nervioso que justifican la persistencia del dolor. Así que sí, vuestro dolor es real y quizá no haya ningún daño en la articulación o en la musculatura si hacen una resonancia, pero hasta el día de hoy hay evidencia de sobra para justificar vuestro dolor.


¿Y qué cambios se producen que justifiquen mi dolor? Vamos con ellos.


1. Sensibilización: Este proceso que se da en nuestro sistema nervioso quiere decir que las neuronas que informan al cerebro de estímulos dolorosos tienen una respuesta aumentada y responden enviando mucha información de dolor ante estímulos inofensivos. Necesitas menos intensidad de estímulo para sentir dolor.


2. Hiperexcitabilidad: Un concepto que tiene que ver con la sensibilización. Desde que una neurona detecta un estímulo doloroso hasta que llega a la corteza cerebral donde la información se vuelve consciente y sentimos dolor, la información pasa por distintas "estaciones de servicio". En una situación normal esas estaciones de servicio simplemente dejan pasar la información o incluso la cortan generando analgesia, pero en el dolor persistente estas estaciones podrían aumentan la información dolorosa y hacer que la información que transmite la neurona sea mucho mayor.


3. Sistema analgésico del cuerpo: Cada vez que sentimos dolor, se ponen en marchas mecanismos para disminuirlo, al activarse distintas zonas del cerebro. Estos centros de neuronas especializadas en poner en marcha esta analgesia, en personas con dolor persistente no funcionan adecuadamente y no son capaces de disminuir el dolor.


Estos son algunos de los cambios que se dan y que justifican la persistencia de vuestro dolor. Resumiendo, nuestro sistema nervioso está más sensible y necesita menos para enviar dolor al cerebro y esta información llega de manera exagerada. Por ejemplo un estímulo de 3/10 llega al cerebro como un 8/10. Y además el mecanismo que tiene el cuerpo para quitar dolor no termina de funcionar.


¿Y qué hacemos en fisioterapia para volver a la normalidad estos cambios? Tenemos varias estrategias y herramientas terapéuticas que pueden hacer que esa hiperexcitabilidad baje o que se active la analgesia del cuerpo. El abordaje del paciente tiene que ser basado en terapias activas, siendo la educación terapéutica y el ejercicio terapéutico los pilares del tratamiento. Podremos utilizar alguna técnica pasiva (terapia manual) para un momento puntual, pero hay que apostar por técnicas activas que empoderen al paciente y le hagan partícipe de su cambio.


¿Y educación de qué exactamente? Hemos observado que personas con dolor persistente presentan una serie de emociones, conductas y pensamientos que generan a veces incluso más discapacidad que el propio dolor. El dolor es una experiencia que se compone de una dimensión sensorial, emocional y cognitiva. Esas dimensiones emocionales y cognitivas a veces establecen creencias y conductas que hacen que no progresemos con nuestro dolor. Cuando vemos la actividad cerebral de una persona con dolor agudo frente a una persona con dolor persistente lo que observamos es que en el dolor agudo se activan las zonas encargadas de percibir el dolor (sensorial), mientras que en el dolor persistente se activan zonas encargadas de la emoción (emocional y cognitivo).


La educación terapéutica tiene el propósito de modificar creencias erróneas para impulsar conductas adecuadas. Por ejemplo, la creencia de no agacharse porque tengo dolor lumbar y si me agacho va a aumentar el dolor, es una creencia que alimenta una conducta de evitación y hace que la persona no se mueva, aumentando su desacondicionamiento y por tanto su dolor y discapacidad. Es un círculo vicioso. Hacemos educación terapéutica para que esa persona entienda que el movimiento no va a empeorar su situación y cambie su comportamiento hacia conductas más activas.


El mejor abordaje para el dolor persistente es una combinación de tratamientos farmacológicos y tratamientos no farmacológicos, dirigidos por un equipo multidisciplinar de varios profesionales que actúan en conjunto: médicos, fisioterapeutas y muchas veces será necesario psicólogos.


Esperamos que este blog haya sido de ayuda si estás en una situación como esta. La fisioterapia tiene mucho que hacer en el dolor persistente. No dudes en ponerte en contacto con la clínica si crees que podemos ayudarte.


¡Nos vemos en el siguiente blog!







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