El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a una lesión de los tejidos real o potencial. Al experimentar dolor desarrollamos una respuesta emocional, cambia nuestro estado de ánimo e incluso nuestra conducta para dejar de experimentar dolor.
Un fenómeno que ocurre con mucha frecuencia son las conductas de evitación, dejamos de mover la parte del cuerpo que nos duele para así “curarnos” o protegernos de ese dolor. Esta idea está muy integrada en nuestra cultura y tendemos a pensar que el movimiento es nuestro enemigo y puede aumentar el dolor o la lesión.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad ya que el movimiento y el ejercicio, en la mayoría de lesiones, debe ser nuestro mejor aliado. Antes de nada, y ante algún dolor que puedas experimentar, lo primero es acudir a un profesional sanitario para que te valore y paute el tratamiento adecuado. La información que vas a leer a continuación es muy genérica, y no tiene por qué ser lo mejor para tu caso.
Resulta clave saber un poco más sobre el dolor y de la relación de éste con el daño. El daño se produce cuando hay una lesión objetiva de un tejido del cuerpo (por ejemplo una rotura muscular, un esguince de ligamento, una fractura, una sección de un nervio). En estos casos el dolor aparece de manera paralela al daño y, conforme el daño se va reparando, el dolor irá desapareciendo. No obstante, en muchas ocasiones sufrimos dolor sin que haya ningún daño en el cuerpo. Veamos un ejemplo para entenderlo mejor.
Carmen es una mujer de 50 años que se levanta una mañana con mucho dolor en la zona lumbar y decide ir a su médico de Atención Primaria, el cual le receta analgésicos y/o antiinflamatorios. Y quizá le derive al especialista para la realización de alguna prueba complementaria (radiografía, ecografía, resonancia) para averiguar qué está ocurriendo en esa zona. Pasado un tiempo le dan los resultados y le dicen que todo está normal: la musculatura está íntegra, la columna vertebral sin signos de artrosis (o quizá algún desgaste que no justifique su dolor), sin protusiones o hernias discales, con una correcta curvatura, no se evidencia ningún pinzamiento nervioso ni ninguna otra causa posible. Entonces, ¿por qué le duele la espalda a Carmen? Estamos ante un caso en el que hay dolor sin que haya daño. Se calcula que hasta un 89% de las lumbalgias son inespecíficas, aparecen sin una causa anatómica objetivable.
Entonces ¿qué está pasando? ¿De dónde viene ese dolor? Es una pregunta difícil de responder, no se sabe al 100% por qué el cerebro genera dolor cuando no hay una lesión real. Esta cuestión es objeto de estudio desde hace años y hay toda una comunidad científica investigando a nivel mundial. Y todo este proceso sin mencionar o tener en cuenta los factores psicosociales y de estilo de vida. Se desconoce la causa exacta de muchos dolores agudos y crónicos inespecíficos; lo que sí se sabe es que si eres obes@, sedentari@ y fumador@ es más probable que los tengas.
Carmen entonces puede pensar que si mueve la espalda le va a generar dolor y puede empeorar su lesión. Esta estrategia de afrontamiento frente a su dolor hace que apueste por la inmovilidad o por buscar tratamientos pasivos y vea el movimiento como un enemigo para su recuperación. Es importante que derrumbemos estas creencias para conseguir una recuperación total. Se ha visto que esta clase de pensamientos (conductas de evitación, catastrofismo, miedo al movimiento...) son factores de riesgo que determinan la progresión de un dolor agudo a crónico.
Además, se ha comprobado que la mejora en la sintomatología que se consigue sólo con una Fisioterapia "pasiva" (en la camilla), tiene un efecto a corto o medio plazo, mientras que los efectos de una Fisioterapia "activa"/ la Rehabilitación o Readaptación Funcional y/o el Ejercicio Terapéutico tardan más en llegar, pero son mucho más duraderos. Algunas de estas mejorías inciden sobre la fuerza muscular, la capacidad de elongación de los músculos, la resistencia, la tolerancia a la carga... por no mencionar las mejoras psicológicas (efectos antidepresivos a través de un aumento de la dopamina y mejora el rendimiento en tareas cognitivas), cardiovasculares, pulmonares o neurológicas. En definitiva, hacer ejercicio aumenta las competencias de la persona: hace que seas capaz de soportar más tareas en el día a día sin sufrir molestias o dolor, porque tu cuerpo está preparado para realizar cualquier demanda.
Y, por último, y no por ello menos importante: el ejercicio produce analgesia en la misma medida que otros tratamientos o terapias (como la terapia manual o la punción seca) e incluso que ciertos fármacos o medicamentos. Esto se debe a que liberamos opioides endógenos, responsables de la disminución del dolor: por tanto, haz que el ejercicio sea tu "pastilla" poli-píldora! Eso sí, siempre individualizado y adaptado a tu situación, contexto familiar, laboral, social...
Esperamos haber cambiado vuestras creencias sobre el ejercicio y haber ayudado a desmitificar algunas ideas que llevan instauradas en nuestra cultura por muchos años.
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